He tenido un fin de semana muy intenso y que a la vez me invitaba continuamente a fluir. Mi semana también está siendo muy intensa, retomando, renovando, preparando... pero llega el viernes y ya sabemos, en este rinconcito toca hacer una pausa, respirar y reflexionar con tranquilidad.
El buda de la aceptación
"No hay trabas para aquellos
a los que no gusta ni disgusta
nada".
Las personas que viven constantemente entre el lamento y la queja no sólo logran irritar -y ahuyentar- a los demás, sino que pasan por alto los pequeños placeres que ofrece la vida y acaban de la peor de las maneras: haciéndose enemigos de sí mismos.
En cambio, una actitud generosa hacia la realidad, la aceptación de aquello que nos proporciona la vida a cada instante, es la clave para una existencia feliz y despreocupada. En otros términos: más que hacer lo que te guste, se trata de lograr que te guste lo que haces.
Esta sabia disposición fue ejemplificada por Voltaire a través de su hilarante -y profundo- Cándido, que entiende el optimismo como "el empeño de sostener que todo es magnífico cuando todo es pésimo". Puesto que Dios creó el mundo para "hacernos rabiar", Cándido propone que cada ser humano cultive su propio jardín, pues el trabajo es "el único medio de hacer la vida tolerable".El arte de fluir
El profesor Milahy Csikszentmihalyi revela en su libro Flow este interesante dato: la mayor parte de las personas encuestadas situaron los momentos más intensos de felicidad en el ámbito laboral. Lo describen como una sensación de "fluir" con lo que están haciendo.
Y por encima de todo, está la aceptación de uno/a mismo/a, porque ¿cómo vas a aceptar el resto si no te aceptas tú?. Seamos altos, bajos, gordos, flacos, tristones, alegres, desgarbados o atléticos... somos únicos y a la vez somos piezas fundamentales para la vida de muchas personas: padres, madres, hermanos, amigos, tíos, sobrinos, primos... y un largo etcétera. Ya, diréis, es muy fácil decirlo..., pues si, pero vamos a relativizar: mirad un bebé, si sois su padre, madre o cuidador en algún momento, para el bebé sois importantísimos, porque necesita vuestro contacto, vuestro amor y calor, vuestra presencia, vuestra voz.... sois perfectos para él. No os juzgará, porque el bebé percibe y precisa de vuestra esencia. Claro, diréis, es que un bebé no sabe, es muy pequeño. Bueno... y si os hablo de una mascota..., podríamos aprender mucho de los animales, deberíamos fijarnos más en ellos, pero ahora nos encontramos demasiado separados de nuestra raíz animal, de la naturaleza. Para un perro también sois perfectos, no le importa vuestro aspecto físico, os adorará exactamente igual vayáis de chándal o con traje (o tal vez más con lo primero porque seguro que le dejáis acercarse más, jejeje). Entre ellos tampoco tienen problemas, se aceptan como son y no les importa mezclarse, no hay razas, estaturas, clases..., no hay altos o bajos. Así que,
¡¡¡acéptaos!!!, porque todos tenemos muchas cosas que nos hacen especiales.
Tal vez penséis que habrán cosas en vosotros que puedan mejorar, que se puedan cambiar... ¡pues claro!, pero lo primero es aceptarse, reconocerse para después ver qué se puede mejorar y cómo, y poner empeño e ilusión.
Así que, comencemos a aceptar las cosas como son, fluyamos con ellas para ser más felices y estar más relajados. Esto me recuerda esa famosa frase
"si tiene solución, ¿por qué te preocupas? y si no la tiene ¿por qué te preocupas?".
Como madre debo decir que es bastante duro enfrentarse casi todos los días a un niño pequeño, en fase de crecimiento, con sus pros y contras. Sin noción del tiempo y el espacio, egocéntrico al que sólo le importan sus deseos y anhelos. Con enfados y rabietas cuando no obtiene lo que quiere... Dicho así suena ¡¡¡terrible!!!, peeero cuando vas más al fondo, cuando lees, te informas, cuando desde el amor quieres entender y sabes que forma parte de su proceso madurativo, que hay muchas cosas que no puede entender, que está despertando poco a poco (y aún así a un ritmo de aprendizaje y crecimiento bárbaro que no se volverá a dar a lo largo de su vida), que su neocortex todavía se encuentra en formación, siendo el último en despertar, en activarse... entonces, de pronto aceptas, relativizas, te relajas y te das cuenta de que todo fluirá a su debido tiempo y que hay que disfrutar de todas esas cositas. Si, es difícil disfrutar de una rabieta, vamos, como que no se disfruta nada de nada, más bien, todo lo contrario. La diferencia está en aceptar y fluir, mantener la calma, respirar, hablar con suavidad, no atosigar más de la cuenta (porque nos encontraremos con un muro que en ese momento no escucha, no entiende y es inquebrantable y al que nuestras continuas explicaciones sólo le provocan mayor cerrazón). Lo contrario sería un choque de energías negativas, golpeando una contra otra y rechazándose de contínuo.
Tal vez os sorprenda todo esto, tal vez penséis que "estoy muy relajada", tal vez... como os he dicho al principio, mi fin de semana fue muy intenso. Ahora estoy en fase de lectura y estudio de parte de lo vivido y aprendido, para seguir aprendiendo, y por eso acepto y fluyo, por eso relativizo y me relajo. Os puedo asegurar que en este sentido, nuestra semana está siendo mucho más tranquila, cómplice y divertida. Y es que, tras ver almas infantiles disfrutando con esa energía pura, con esa inocencia y ese "ser y estar aquí y ahora", desbordando alegría y vitalidad a raudales a través de sus miradas y sonrisas... no queda otra que darse cuenta de que son nuestros grandes maestros y enamorarse del brillo de sus ojos.
Os deseo un ¡¡¡Felicísimo Fin de Semana!!!
Ahhh y a quién me siga a través de mi
Cuaderno de Fotografía, estad muy atentos, porque mañana sábado estamos de aniversario y adelanto que habrán sorpresas, así que, no os lo perdáis.